083 – La historia de Mr. Wan y Mr. Fang o como viajar por China con una simple tarjeta de visita

By

La historia de dos señores que al final no llegamos a conocer, aunque seguramente siempre recordaremos.

Todo comenzó unos días antes en la oficina donde habíamos reservado el crucero, en Chongqing. Para facilitar algo del viaje, reservamos los billetes de avión desde Wuhan hasta nuestro próximo destino Guilin, aunque para ello, primero deberíamos coger un autobús desde Yichang (donde terminaba el crucero) hasta Wuhan, pasar noche allí y partir el día siguiente en avión.

Acostumbrados ya a que en China las cosas funcionan de diferente forma, nos dieron la reserva del vuelo, aunque el autobús y el hotel no nos los pudieron confirmar ya que trabajaban con diferentes compañías. A cambio nos dieron una tarjeta con los nombres de nuestros amigos del título (o eso creemos porque estaba todo en chino), ellos se encargarían de recogernos y llevarnos donde debíamos. Nosotros te damos nuestro dinero y usted nos da un papel con caracteres chinos, confianza ante todo, ¿acaso esto no ha sido una aventura desde el principio? pues pasemos al nivel 2.

Volviendo a la trama, todo comenzó en la estación de autobuses de Yichang, donde nos dejaron tras el crucero. Esperamos un rato con nuestro compañero de habitación Mr. Ma, al cual pudimos entender que también iba a Wuhan, por lo que nos acoplamos a él. La gente de nuestro alrededor se movió y nosotros con ellos hacia un autobús, en la puerta una señorita con una lista, crucemos los dedos para que estemos en ella, la repasó pero evidentemente no estábamos ya que solo podían verse nombres chinos.

Ya la llevaba preparada, así que nosotros le dimos la tarjeta para que llamara a Mr. Wan (envido), él no apareció por ninguna parte, llamó y no la cogía, llamo otra vez y nada… seguíamos insistiendo pero también seguíamos sin estar en la lista y por consiguiente sin entrar en el autobús.

En ese momento sin nosotros percatarnos llegó nuestro salvador Mr. Ma (alabado sea), al cual no se le había ocurrido otra cosa que gritar dentro del autobús a ver si alguien hablaba inglés (ya que él ni jei), y sacó a una pareja joven y muy amable para que nos ayudaran en el trámite. Charlaron entre ellos, hicieron alguna llamada, nosotros nos mirábamos… y finalmente ante nuestro asombro, la guardiana del autobús entró en él, saco a dos personas y nos metió a nosotros… ojipláticos nos quedamos, aunque parece que al final íbamos hacia Wuhan. Dar mil gracias a todos y nos sentamos respirando profundamente.

Anocheció antes de que llegáramos a Wuhan, ya he había un trechillo, aprovechamos para echar alguna cabezadita. Wuhan parecía enorme y moderna, al menos la parte que pudimos ver. Junto al río había rascacielos iluminados de muchos colores, realmente no nos esperábamos algo así.

Al parecer el autobús que tomamos iba dejando a cada uno de los que íbamos en su correspondiente hotel. «Cojonudo» pensamos, ya era tarde y nos apetecía dormir, que ingenuos éramos por aquel entonces…

Tras algunos minutos parados frente a un par de hoteles y tras ver que la gente comenzaba a bajarse preguntamos a la pareja que nos ayudó anteriormente. «Nada, que el chófer dice que se ha cansado y ya no deja a nadie más, todos abajo». Momento flipeo, ¿cómo?. Sacar otra vez la tarjeta maravilla y esta vez que llamaran a Mr. Fang a ver que es lo que pasaba. Tras unos momentos de entendimiento con el chófer (intentando convencerle de que nos llevara o al menos llamara a alguien), llamó y en efecto habló con alguien, nos dijeron que esperáramos, y mientras tanto nos despedimos de todos los amigos que habíamos hecho durante el viaje, que con toda naturalidad fueron a tomar taxis a sus respectivos hoteles. El autobús también partió, y allí estábamos nosotros, frente a un par de hoteles, sentados en nuestras mochilas, de noche y saludando con la mirada a todos los inquilinos que pasaban frente a nosotros con cara de dudar si echarnos algún Yuan.

Llegó un taxi a toda prisa y salió una chica todo acelerada del mismo. Entró directa a uno de los hoteles, salió y entró al contiguo, volvió a salir y miró hacia ambos lados… luego nos miró a nosotros tímidamente, los únicos que había en la calle, entonces lo entendimos… ¿Mr. Fang? Simplemente asintió, perfectamente claro, metimos todo al taxi y nos llevó al hotel. Ni la chica que nos recogió, ni el taxista, ni en la recepción del hotel hablaban inglés, por lo que pasamos algunos ratos de miradas en silencio, algún dibujito en un papel y tal y tal, que si no fuera por la hora que era, no nos habría importado.

Todo arreglado, conseguimos nuestra habitación, dicho sea de paso, posiblemente la mejor en la que estuvimos en toda China y bastante más barato (creo recordar que fueron unos 160Yuanes) que los precios que figuraban en un panel de recepción.

La habitación a la que llegámos tras tanto bache en el camino

A dormir que mañana sigue el viaje. Buenas noches Mr. Wan, buenas noches Mr. Fang.