104 – Suzhou, entre canales, jardines y pagodas

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«En el cielo está el paraiso y en la tierra están Suzhou y Hangzhou».

Así reza este proverbio chino, anticipo de una de las ciudades que nos decidimos a visitar: Suzhou. Una ciudad de unos 2 millones de habitantes a poco más de 30 minutos en tren desde Shanghai, y que se conoce también como la Venecia de Oriente (aunque uno ya esté un poco harto de tantas Venecias). Pues eso, que teniéndola tan cerca, habría sido una pena perdérnosla.

En Shanghai tuvimos una ventaja. Mientras que en otras ciudades estábamos obligados a ir hasta la estación a comprar los billetes, en el hostal de Shanghai nos informaron que había una pequeña oficina donde los podías adquirir en esa misma calle, a un paso, ¡y sin colas! Si pasáis por Nanjing Road, la oficina está cerquita.

Ya solo quedaba levantarse a primera hora, coger dos líneas de metro hasta la estación de tren, perdernos un poco a su entrada debido a unas obras, esperar en una sala de espera realmente diferente a lo que estábamos acostumbrados (parecía lujosa y todo) y montar dirección Suzhou. El tren también sorprendente. Al contrario que el viajecito que tuvimos hasta Pingyao (traqueteo, gente tirada por el suelo, miles de bultos…) este era un tren completamente nuevo, asientos enormes, cómodos, y el tren iba a toda pastilla. ¡En un santiamén estábamos otra vez de turismo!

Primera parada: La pagoda del templo del Norte. ¿Cómo resistirse a entrar si te recibe un buda tan majete? Relativamente cerca de la estación de tren empezábamos a visitar lo que iba a ser una constante en todo el día: jardines y pagodas. Esta de nueve alturas y con 76 metros la hacen enorme, pudiendo subir a todos ellos puede verse una panorámica de la ciudad.

La pagoda está rodeada de un agradable jardín, quizá no tan espectacular ni grande como otros de Suzhou, aunque esto también contribuye a que sea más tranquilo al haber menos gente.

 

Tras la primera parada, venía una de las visitas obligadas de Suzhou, los jardines. Hay varios jardines de esos que clasifican como «imprescindibles», aunque teníamos claro que no podíamos visitarlos todos (la entrada no es especialmente barata y son muchos), por lo que nosotros nos decidimos por visitar uno de los más famosos: El Jardín del Administrador Humilde. Con casi 5 hectáreas, es uno de los más grandes de Suzhou y fue construido en la dinastía Ming por un alto funcionario.

A la entrada del mismo había muchísima gente, quizá porque nos habíamos entretenido en la pagoda y nos había pillado la «hora punta», aunque la sensación en el interior no era tan agobiante, seguramente por el enorme tamaño que tienen los jardines.

Comparándolo con los jardines Yu Yuan, la principal diferencia era la extensión, todo era más a lo grande (los estanques y edificios sobre todo), lo cual dejaba una sensación menor de «sobredecoración», pareciéndose más al estilo occidental si me atrevo a juzgar.

Vegetación por todos los lados, estanques, pequeñas casetas, carpas… todo perfectamente cuidado, dejando ver la importancia de dichos espacios en la antigua cultura china. La búsqueda de la tranquilidad, zonas de meditación, huir de la presión… pero no se por qué me da que el aparentar (mi jardín es más grande que el tuyo…) también tenía algo que ver a la hora de dejarse las pelillas en estos parques temáticos de las plantas.

Tras el jardín, nada mejor que darte una vueltilla por las calles con canales. Si, los tiene, por algo la llaman la «Venecia de Oriente», que aunque la verdad no son muchos, tienen su encanto con los barcos de madera navegando por ellos.

Camino del próximo destino, también nos pareció buena idea pasar por el Templo de Confucio. Aunque el templo fue construido originalmente en el año 1035, el templo actual data de la Dinastía Ming, de 1474. El espacio el templo no es muy grande, aunque está dominado por un gran hall tras la estatua del propio Confucio y rodeado de jardines perfectamente cuidados.

 

Y como última visita programada nos fuimos a un parque en el que ¡había mucho que ver! El parque se encuentra al suroeste de lo que era la antigua ciudad amurallada, y nada más entrar la pagoda Ruiguang te da la bienvenida. Una excepcional construcción que al parecer es una de las más antiguas ya que sus inicios datan hasta del año 240. ¡No perderse las vistas de todo el parque desde el último piso!

El parque es una maravilla. Todos los elementos chinos rodean un estanque central junto al cual se encuentran numerosos caminos para recorrerlo.

Los templos y resto de edificios tienen muchos labrados en madera, por lo que aconsejo darse un garbeo entre ellos.

Una de las cosas que también nos sorprendió dentro del parque es una de las antiguas puertas de la ciudad. Como comenté, el parque queda situado justamente en una de las esquinas de la antigua muralla, de la cual también puede verse algún rastro, pero lo que más llama la atención es la entrada a la ciudad, ya que es la entrada en barco y se hacía por medio de un canal. ¡Aún se conserva la doble entrada fortificada!

Tras todo esto ya solo nos quedó tiempo para callejear un poco más de vuelta a la estación y cenar algo. Me llevo un recuerdo bastante agradable de la ciudad, creo que es una excursión fantástica si te sobra algún día por Shanghai, y eso que aún quedaron muchas cosas por ver como «La Colina del Tigre». ¡Pronto volvemos con más Shanghai!

NOTA: Este pequeño rinconcito lo tengo un poco abandonado, espero ir acelerando un poco, aunque me suena a lo que siempre digo… 🙂