037 – Peleando por un pedazo de tierra. Campamento en Guarapuava (I)

By

La cosa empieza casi como en los pueblos: Se corre la voz. Un pedazo de tierra que todos creen que es de alguien, resulta que no lo es, o el supuesto dueño está tan endeudado que el gobierno se va a quedar con sus tierras, o también puede suceder que el propietario tenga tantas tierras que esa ni las utiliza.

Se dan variedad de casos para que el estado Brasileño considere que una tierra pueda ser susceptible a ocupación para bien de la reforma agraria que promueve, o para que el INCRA (Instituto Nacional de Colonização e Reforma Agraria) de el visto bueno, o para que el movimiento de los Trabalhador sem Terra informe a las familias. Pero todo comienza de la misma manera, las familias se juntan en un lugar determinado y con un mínimo de pertenencias emprenden una peregrinación hacia el lugar del que les informan en el último momento. Comienza la fase de campamento.

A las ocho de la mañana todos esperábamos para iniciar el trayecto de unos 80 Km hasta un campamento cercano a Guarapuava. Mi estómago ya no era el mismo del día anterior, ni tampoco el de horas después. Aunque no era el único que se sentía así. Respiramos hondo y desandamos en coche las inmensas plantaciones de cereales por las que pasamos días antes. Más de una hora, alguna cabezada y una parada de desentumecimiento después llegamos a la entrada del campamento.

En la entrada una caseta que en su día hacía de vigilancia para que nadie externo al campamento entrara y para cuidar de las estrictas normas que ellos mismos se imponen, de lo contrario, la convivencia sería imposible en esas condiciones. Justo junto a ella, el campo de futbol.

El camino hasta el campamento el que ya nos tenía acostumbrados en tan solo unos pocos días, un barrizal rojizo en el que comprobamos que era mejor llevar un corsilla maltrecho a un todoterreno tipo Chuck Norris.

Al llegar al campamento las «casas» te dejan perplejo, ya que te das cuenta que la gente lleva viviendo años en construcciones de madera y plástico, sin electricidad y con un poco de suerte con agua corriente. Ahí pasan los inviernos muy fríos de la zona y los veranos de insoportable calor en los que apenas se puede entrar en esa casa-invernadero.

Os invito a un paseo por un campamento.