049 – El peor y más interesante de los viajes. Beijing – Pingyao

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Todo comenzó sobre las 7 de la tarde. Tras la obligatoria visita a la Ciudad Prohibida, pasamos por el hotel, recogimos todo el equipaje y en nuestro segundo día en China ya nos disponíamos a movernos otra vez. El autobús urbano ya lo conocíamos, fuimos enlatados alrededor de 40 minutos hasta llegar a la estación del Este, punto de partida hacia nuestro próximo destino: Pingyao.

Nada más llegar comprendimos a que son debidas las «salas de espera» en las estaciones de trenes Chinas, si toda esa marabunta estuviera esperando en el andén, sería un auténtico caos. No esperamos, nada más llegar los pasajeros ya estaban entrando (nuestra puntualidad de costumbre).

Seguimos a toda la gente con nuestro billete en mano, Hard Seat, 80 Yuanes, ya que no hubo medios de cambiarlo por uno para ir en litera, todo estaba completamente abarrotado. Por lo tanto, teníamos la certeza de que por lo menos iríamos sentados durante las 12 horas y tropecientos Kilómetros de los que constaba el viajecito. Tuvimos suerte, podían haber quedado tan solo billetes de «de pie».

Encontramos nuestros asientos, el uno separado del otro (otra cagada el no comprobarlo), aunque nos las arreglamos para, al menos, ir juntos. El tren se puso en marcha, ¡comienza la aventura!

El viaje se hizo duro, no voy a negarlo. Dormir en un asiento no es siempre tan fácil sobre todo si te encuentras hacinado en un vagón con gente sentada incluso en el suelo. El ir al baño suponía esquivar cuerpos, apartar bultos o saltar sobre las cabezas de algunas personas. Podías encontrarte escenas en las zonas entre vagones que parecían sacadas de alguna película de la segunda guerra mundial. Gente durmiendo apiñada sobre papeles de periódicos o incluso bajo el lavabo.

Primeras impresiones y casos extremos aparte, el viaje fue de maravilla, al menos en el ámbito personal, ya que rodeados de personas que desde un primer momento notas que te miran como si estuvieran viendo un pitufo las conversaciones o al menos los intentos comenzaron rápidamente.

Miras a tu alrededor y te sientes observado. Claro, eres el único occidental en todo el vagón y puede que en todo el tren. Te miran, les saludas y empiezas a hablar. 2 segundos más tarde te das cuenta que no te entienden, y para que hablar de lo que entendemos nosotros… Con un poco de suerte encontramos un joven que hablaba algo de inglés. Chino: ¿De dónde sois? Nosotros: De España. Chino:¿?. Nosotros: Yes, Spain, Europe. Chino:¿?. Coges el mapa de la guía y se lo señalas, va pasando de mano en mano. ¡Sivenia! y todo el vagón: Ahhhh, ¡Sivenia! Nosotros: Pues eso, «Sivenia».

Preguntamos de dónde es cada uno de ellos, y cada cual es de más lejos, muchos de ellos vuelven a su ciudad de origen tras unas semanas trabajando en la capital, ciudades que pueden estar incluso a 24horas de tren desde Beijing. Hablamos de muchas cosas más: ¿Es la primera vez en China?¿Qué habéis visto?¿Dónde vais después?… ¿Habéis visitado algún otro país? La pregunta nos extraña, aunque pensándolo bien, la mayoría de chinos nunca en su vida saldrán de su país, por lo que le contamos que intentamos viajar todo lo posible. La gente que nos rodea se turna para que nos traduzcan las preguntas, algún niño se acerca a vernos y se vuelve riendo donde su madre. ¿Somos la atracción del tren!

Gracias a esas personas las horas que pasamos en ese tren corrieron más rápido. Tampoco nos faltó alguien que nos indicara que la siguiente era nuestra estación ni por que puesta debíamos salir, intentamos despedirnos de todos aquellos que conocimos. Como bien describe el título, fue una experiencia incómoda, auque el viaje a China no habría sido lo mismo sin este paseo en tren.

LA ANÉCDOTA: ¿Queréis uno? Nos dice nuestro intérprete personal mientras extiende su mano con una bolsa de caramelos envueltos en papel plateado y rojo. ¡Claro!. Nada mas meternos el caramelo en la boca nos cruzamos una mirada. ¿De qué sabor es? pregunto yo. Él mira el paquete y nos dice «sabor ternera». No, perdón, «sabor ternera y pescado». Nos volvemos a mirar y nos reímos mientras esa especie de pastilla de caldo se deshace en nuestra boca…